Vivimos en un mundo finito en el que el crecimiento no puede ser infinito. La crisis energética está llamando a las puertas y será muy difícil solucionarla con apelaciones a nuevas tecnologías que tardarán años en implantarse para dejar de ser dependientes de las energías fósiles. La crisis de la invasión de Ucrania hace aún más patente que no podemos depender de determinados Estados productores. Además de políticas de transición energética, una empresa pública de energía, políticas de transporte, eliminación del pool energético, etc. va a ser primordial dejar de derrochar.

Debemos deja de derrochar energía como si esta fuera inagotable y barata. Y para este fin no es sólo necesario concienciar a los ciudadanos y hacer campañas para un uso racional de este recurso, sino que el ejemplo ha de empezar por la propia Administración, planteando un PLAN DE REDUCCIÓN DE CONSUMO ENERGÉTICO, en todos aquellos aspectos que no sea estrictamente necesario. Vemos autopistas iluminadas toda la noche cuando no circulan vehículos, calles, plazas, edificios, oficinas, transporte ineficiente. Todo ello supone un gasto para nuestros bolsillos y también indirectamente en la factura de nuestro hogar. A mayor demanda, en algunos casos, se produce una elevación de precios. No sólo debemos mirar por el Medio Ambiente, sino por nuestros bolsillos, los del Estado y los particulares, y de paso, no favorecer a aquellos países que chantajean con este recurso.

Necesitamos dejar de despilfarrar y derrochar energía, un bien básico.