Desde el 20 de diciembre de 2020, con 16 años de edad, Milagros está detenida en la ciudad de Rosario, en la División de Asuntos Juveniles Femeninos, acusada injustamente de ser coautora del homicidio de su padre. El victimario, fue su ex novio, quien la sometió a vivenciar esa situación en el marco de una seguidilla de hechos violentos que venían sucediéndose desde hacía unos meses.

Milagros fue víctima de una persona violenta, y hoy la justicia la re victimiza haciendo hincapié en su supuesta culpabilidad y no en el verdadero asesino.

El fallo que la condena, se vale de testimonios sin pruebas materiales o evidencias. Las pericias realizadas son favorables a entender que se trata de un claro caso de violencia de género y las consecuencias afines a ello, sin embargo tales pruebas han sido desestimadas.

Dicha sentencia se fundamenta en el decreto ley de la dictadura 22278, pero no tiene en consideración las garantías previstas en las normativas de protección integral de niños, niñas y adolescentes.

Durante este proceso no se tuvieron contemplaciones que faciliten su vínculo con la familia (debido a la distancia entre Rosario y Venado Tuerto), tampoco a la progresividad de la medida tutelar, que implicarían un acceso  a la educación, a la salud, a la recreación y la vinculación con pares que sea acorde a una joven de su edad.

Todos los pedidos de esta índole al juzgado fueron denegados, lo que nos lleva a preguntarnos, ¿acaso hay alguna intención de culpar a Milagros más que al verdadero autor de los hechos?

Los escasos argumentos esgrimidos por este juzgado para no dar lugar a estos pedidos que faciliten la situación de encierro de Mili, apuntan a “protegerla de los peligros a los que puede estar expuesta”, hecho contradictorio con la lectura que hace el magistrado al no considerar que Milagros fue una víctima en estas circunstancias.

Paralelamente el verdadero responsable va a ser libre en pocos años, aquel que llevo a la práctica las amenazas (con Milagros) e hirió de muerte a Osmar cargará una condena menor que la de Milagros (su otra víctima), ya que ella cuenta con el agravante del vínculo, pero principalmente por el hecho de ser mujer y menor de edad.

Milagros hoy es consciente de que estuvo mal en no hablar o no contar antes lo que estaba pasando, pero como es bien sabido esto no es algo fácil de hacer, era la vida de su familia y la de ella la que estaba en riesgo. Calló para proteger a todos y sin embargo hoy paga el precio de una justicia inhumana, que no contempla tamañas circunstancias.

Por todo lo antes dicho, creemos fundamental la visibilidad de este caso para que se haga justicia por Osmar Cazorla y que Milagros Cazorla  pueda quedar en libertad.

Los abajo firmantes adherimos a este pedido.