El pasado abril fui a la consulta privada (Clínica Oftalmos de Madrid) de un oftalmólogo (dr. Palomino) para intentar solucionar mi problema de ojo seco. Yo tenía  51 años, sin cataratas ni presbicia, y solo usaba gafas para conducir. Me convenció de que la solución a mi problema era la sustitución de mi cristalino sano por unas lentes intraoculares. Confié en su criterio y me gasté mis ahorros en la operación (4.200€).

Tras la operación tengo el triple de miopía que antes, además de presbicia y visión con halos y destellos. Mi ojo seco también ha empeorado.

El oftalmólogo se desentiende de su mala praxis y su negligencia, con el argumento de que firmé un consentimiento informado (que, por cierto, era el de una cirugía de cataratas).

El negocio que existe en torno a la implantación de lentes intraoculares está permitiendo que ciertos oftalmólogos sin ética profesional se lucren a costa de pacientes que, como yo, confían en su criterio.

Me pregunto cómo  es posible que para comprar un producto financiero haya que pasar un test y firmar diversos documentos que prueben que te han explicado exhaustivamente sus riesgos, y sin embargo es tan fácil que un médico engañe a sus pacientes vendiéndoles una operación que no necesitan.

Urge una regulación más restrictiva para la implantación de lentes intraoculares, para evitar que haya más daños irreversibles en la vista como el que he sufrido yo.