Como dijera hace siglos Cicerón en el Senado Romano: "¿Quo usque tandem abutere, Catilina, patientiam nostram?" (¿Hasta dónde abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?). Nunca más aplicable esta pregunta que al caso del diputado Fernando Iglesias que, con la última -la más grave- de las groserías a que nos tiene acostumbradxs, ha cruzado un límite del cual no hay retorno posible. Por ello, la situación por él creada no admite otra salida que su expulsión de la Cámara de Diputados, recinto que deshonra con su presencia por haber demostrado sobradamente no ser digno de continuar ocupando una banca.