Pacto de Estado por una Educación Pública de Excelencia para tod@s
Pacto de Estado por una Educación Pública de Excelencia para tod@s
Por qué es importante esta petición
LA CLASE EDUCATIVA
Hace ya dos años que dejé Ecuador con la excusa de la pandemia. Excusa que me sirvió a mí y sirvió a mis adversarios políticos. A mí para tomar la decisión de dejar un puesto de trabajo en la Universidad de las Artes con unas condiciones impensables en España (20 horas de investigación, 9 de docencia, 3.500 dólares de sueldo), a ellos para tomar la decisión de prescindir de mis servicios. Yo formaba parte del equipo de Ramiro Noriega, Rector, cuando fui contratada por la Universidad. Rector del que también prescindieron en marzo del 2019, dejando atrás el periodo en el que la Universidad de las Artes se concibió como un proyecto de revolución cultural según el cual las artes cambiarían la educación que tendría que cambiar el mundo. Para no extenderme diré nada más que la Universidad de las Artes plantaba cara al modelo universitario del siglo XIX, tanto en sus metodologías, contrarias en todo punto a los conservatorios de música y a las academias de Bellas Artes, como en su orientación, hacia la educación inclusiva y no segregadora.
Al llegar a España me puse a estudiar para las oposiciones de secundaria. Saqué la plaza y ahora estoy finalizando mi periodo de prácticas. Mientras estudiaba, estaba vigente la LOMCE, al revisar los currículos de ESO y Bachillerato vi claro que para poder satisfacerlos era necesaria una metodología activa que tuviera como objetivo el desarrollo de las competencias de mi alumnado. Decidí programar a través del Aprendizaje Basado en Proyectos, y me fue bien. Esta metodología no tenía misterio para mí, puesto que era la que había aplicado en la Universidad de las Artes durante cuatro años. Pero no sólo. La había aplicado también en todas mis experiencias de enseñanza de lenguas según el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas que se ciñe al Enfoque Comunicativo (fui profesora de Español y de Inglés en la Universidad de Linyi, China; profesora de Alemán y de Chino en colegios de Oviedo; de teatro en inglés en Llanes y en El Boalo, etc.).
Por lo tanto, había experimentado en carne propia cómo mis alumnas y alumnos se enamoraban del Alemán o del Chino mientras construíamos una revista o un disco de rap. Había visto cómo la profundización en las teorías críticas me era demandada apasionadamente por el alumnado universitario mientras preparaban sus proyectos artísticos en equipos que aunaban teatro, danza, literatura, cine y música. En fin, había logrado que mi clase de poesía diseñara entusiasta juegos de todo tipo para primero aprender y luego enseñar de modo lúdico la sintaxis y la morfología necesarias para sus composiciones.
Lo cierto es que, dando clases, no había dejado ni un segundo de aprender. De aprender a enseñar. Podría condensar mi aprendizaje en tres principios que hoy creo que son clave para sostener mis clases:
El aprendizaje sucede mejor cuando se disfruta. ¿Habéis probado a aprender algo en circunstancias de estrés, quemazón, desasosiego? ¿Habéis tenido éxito?
El aprendizaje tiene lugar de manera mucho más eficaz cuando aprendemos algo que tiene sentido. ¿Habéis intentado aprender algo sin sentido? ¿No ha dispuesto vuestro entendimiento inmediatamente alguna regla o juego para poder recordar, por ejemplo , una lista de palabras o de fechas sin relación aparente entre sí?
El aprendizaje nos lleva al amor por aquello que sabemos. He visto con mis propios ojos a Sofía, que no quería salir al recreo a jugar una vez que había descubierto cómo leer, y a Jason, que cuando se dio cuenta de que podía sumar cualquier número con cualquier otro, no había manera de sacarle del encerado ¿No habéis notado que os gusta mucho más la música cuando entendéis lo que sucede en la pieza? ¿No nos enganchamos a una corriente filosófica o a las mates o a la física cuando sabemos lo que se está cociendo ahí?
Bien, pues es a partir de estos tres principios que voy a derivar el comentario crítico que sigue, tratando de separar cuestiones que veo que se enmarañan, sin cuidado ninguno, sobre el hecho educativo en general y en particular sobre el hecho educativo tal y como se da en España en estos momentos.
La principal cuestión que quiero tratar es la diferencia entre metodología, contenidos y objetivos. Parece obvia, lo sé, pero no lo es. Y no lo es, particularmente en España. La confusión entre objetivos, metodología y contenidos ha sido y es todavía el mayor escollo al que como profesores nos tenemos que enfrentar. Esta confusión se enuncia de manera simple: si mi objetivo es que mis estudiantes conozcan la alegoría de la caverna de Platón, puedo enseñar la alegoría de la caverna de Platón (contenido) y para ello sólo tengo que explicar o exponer (metodología) la alegoría de la caverna de Platón. ¿No?
Craso error. En primer lugar cabe preguntarse para qué (objetivo) quiero que mi alumnado conozca la alegoría de la caverna de Platón. Podría ser que quisiera que desarrollasen su espíritu crítico apercibiéndose de la diferencia entre la opinión y el saber, ahí tengo mi objetivo. Con este objetivo en mente, podría enseñarles la alegoría de la caverna de Platón, la duda metódica de Descartes o la suspensión fenomenológica de Husserl, todos ellos contenidos muy dignos. Y ahora me podría preguntar, ¿Y cómo se lo enseño? Y aquí entra en juego la metodología. Podría explicarles (metodologías deductivas) o podría hacer que descubriesen los contenidos a través de una investigación, de un proyecto o de un juego (metodologías inductivas), y explicárselos o ampliárselos o sistematizárselos, después.
Como vemos, la confusión entre estos tres elementos curriculares nos impide expandir el espacio del aprendizaje, en el que yo como profe, me propongo unos objetivos, selecciono unos contenidos y diseño un proceso de E-A. Claro que este rol del profesorado como diseñador de procesos nunca ha estado reconocido en las leyes ni tampoco en nuestros horarios. De aquí, por tanto, se desprende una primera reivindicación: el profesorado NECESITA horas para el diseño de sus procesos de E-A. Una hora de preparación por cada dos de docencia, como tenía concedidas en Ecuador, creo que sería suficiente.
Pero la confusión entre contenidos y metodologías no afecta sólo a los diseños y a las programaciones, lo hace también a las críticas que se vierten sobre el sistema educativo a propósito de la aprobación de la LOMLOE y a sus desarrollos curriculares. Y creo que es de vital importancia distinguir en nuestras quejas una cosa de la otra. No dejo de escuchar protestas del tipo: con esas “nuevas” metodologías basadas en proyectos, juegos, aprendizaje en servicio, etc, lo que se logra es inculcar una falta de esfuerzo y de mérito en el estudiantado. Bien, pues, en mi humilde opinión, estas posiciones mezclan churras con merinas y no dan cuenta del hecho de que un cambio metodológico (que implica, también, cambios en la evaluación) no tiene por qué alterar un ápice los contenidos de una materia. Es más, según mi experiencia, una metodología activa basada en proyectos o en juegos, permite al estudiantado aprender más contenido, y al profesorado, profundizar más en estos contenidos tan preciados para nosotres.
Y es que las críticas a la LOMLOE, si bien son justas en cuanto a lo que a contenidos (saberes básicos) se refiere, no lo son en cuanto a las metodologías que propone. Y el problema de la LOMLOE, como el de la LOMCE, es que sistemáticamente recortan en contenidos, haciendo que cada vez tengan menos profundidad y sentido, lo cual hace mucho más difícil su aprendizaje y su enseñanza. Es decir, que mientras se vulnera el principio 2 expuesto más arriba, se quiere hacer valer el principio 1, relativo al disfrute y al aprovechamiento del aprendizaje. Y ello como si se siguiera necesariamente que, con metodologías activas, no se puede sino trabajar un contenido banal y superficial, cuando lo cierto es exactamente lo contrario. Con un cambio metodológico, pueden trabajarse contenidos mucho más articulados y a mucha mayor profundidad de lo que nos quieren hacer creer. Y algo aún más importante, las metodologías activas permiten adaptar el aprendizaje a distintos ritmos, a distintos intereses y a capacidades diversas. Esto es, permiten el Diseño Universal de Aprendizajes sin que el profesorado tenga que enloquecer adaptando materiales. Pero, obviamente, a diseñar un proceso de E-A no se aprende estudiando filosofía o matemáticas y es por esto que me sorprendió gratamente el Curso de Formación para Funcionario/as en Prácticas que ha impartido recientemente la Consejería de Educación del Principado de Asturias, que justamente estaba articulado en torno al Aprendizaje Basado en Proyectos y contaba con ponentes y facilitadoras/es de primer nivel.
Desprendemos de lo dicho una segunda reivindicación: el profesorado no está de acuerdo con el recorte en contenidos que se viene haciendo, modificación de la ley tras modificación de la ley, en los currículos educativos. Queremos más contenidos, más articulados, con más nivel. Sabemos que estamos idiotizando a la sociedad del futuro y no queremos ser partícipes de la producción en masa de analfabetos/as funcionales. Llamo a la desobediencia en las aulas en lo que toca al nivel de los contenidos que trabajamos. Seamos responsables con la sociedad que nos ha traído hasta aquí. Queremos para nuestros estudiantes, para todes, un nivel de excelencia en los centros públicos. Por ejemplo, ¿Por qué no se expande el modelo de Bachillerato Internacional a todos los centros públicos? ¿Es que queremos ciudadanía de primera y ciudadanía de segunda?
En cuanto a la supuesta novedad de las “nuevas” metodologías, sí cabría extenderse. Mi padre, que estudió en los Jesuitas madrileños en la época franquista, me cuenta que durante un año entero, todas las materias giraban en torno a un literato, podía tocarte Lope de Vega o Cervantes. La historia, las matemáticas, la lengua, las ciencias sociales y las naturales se articulaban en torno a la figura de este literato, y, a final del curso el alumnado lograba un conocimiento exhaustivo y profundo en todas las áreas. Hoy, un diseño semejante se llamaría Aprendizaje Basado en Proyectos, sería encumbrado como un logro de innovación educativa y se haría acreedor de premios internacionales, cierto, pero de “nuevo” seguiría sin tener nada.
Las últimas líneas de este comentario quiero dedicarlas a la inclusión de la agenda 2030 en nuestro sistema educativo. Una vez que hemos distinguido entre objetivos, contenidos y metodología, revisemos cuáles queremos que sean los objetivos de nuestra educación. Sabemos que el alumnado aprende más de lo que el profesorado HACE que de lo que el profesorado DICE, ejerzamos entonces lo que queremos que nuestro estudiantado aprenda, el pensamiento crítico, y al menos leamos detenidamente los documentos de la ONU, lo que realmente quiere decir la Sociedad del (MÍNIMO) Conocimiento y valoremos como sociedad si su proyecto es nuestro proyecto. Como profe crítica no estoy dispuesta a hacer propaganda de ningún tipo y estoy comprometida con el ejercicio del libre pensamiento. Este, por cierto, no es pensar lo que me dé la gana sino atenerme a los dictados de lo que sea más razonable en cada caso. No caigamos en afirmar ideas confusas sin haberlas sometido al tribunal de la Razón.
Últimos datos para su reflexión y una última reivindicación. Cuando en 2005/6 hice mi Erasmus en La Sapienza de Roma, mis compañeros y compañeras italianas/os me daban mil vueltas en el manejo de las fuentes filosóficas y por ende en la articulación de sus comentarios y reflexiones. La razón era simple, en vez de copiar los apuntes de su profe, como hacía yo, leían cien páginas de un autor/a por crédito académico. Hoy, los proyectos de fin de carrera que presenta el alumnado que termina su grado en la Universidad de las Artes le da setecientas vueltas a los proyectos que presenta el alumnado que termina un grado en muchas de las universidades españolas. Sé que puede asombrar a mucha gente, pero nos estamos quedando muy atrás en lo que a nivel educativo se refiere.
Y la última reivindicación, necesitamos, como sociedad, una reflexión sobre el hecho educativo. Por ello convoco al profesorado, a las familias y al alumnado a sumarse a la petición de un pacto de Estado por la Educación que dé lugar a un acuerdo social sobre los objetivos, los contenidos, la metodología, pero también sobre el rol del profesorado y sus reivindicaciones que son desoídas desde hace décadas y son vitales para poder asegurar el derecho a la educación del estudiantado. Necesitamos asegurar la estabilidad de un modelo educativo que no haga que este país se ponga a la cola mundial en lo que a educación se refiere. Elaboremos, conjuntamente, un modelo con objetivos propios, discutidos y racionales, con contenidos de un nivel apropiado para enfrentar (o inventar) el futuro y con metodologías de vanguardia que nos permitan llegar a los objetivos marcados. Seamos la ciudadanía la que propone un modelo educativo estable que no pase por los caprichos y los compromisos del gobierno de turno. Seamos el cambio que queremos ver en el mundo.